lunes, 28 de diciembre de 2009

Cuadernos (III)


175.
 

Ser un aprendiz de misántropo a veces recompensa. Recibo el
Premio Ramos Sucre con suma cautela.
 


176.
 

Soñé con un Cristo emplumado. De ser emperador este
augurio sería suficiente para prohibir la tristeza.
 


177.
 

En el cementerio, absorto ante una fosa. Pensé que miraba el
abismo: en realidad posaba para él.
 


178.
 

La idea acontece como una discordia. Lo que pensamos nos
separa en grupos, sectas, himnos y partidos. Se vuelve
estrategia, pacto. El silencio espionaje, la palabra
propaganda. De la idea pasamos a la contra-idea, sedición y
atentado personal. Para finalmente devenir una sola duda...
reunido en la impotencia.

 


179.

Sin anomalía no hay consciencia.
 


180.

X: Odio a ese hombre
Y: ¿Por qué?
X: Me he equivocado en su presencia
 


181.

Porque nuestro lenguaje es moldeado desde afuera, el
interior de nuestras palabras sólo puede tener la forma de un
solar.
-------------------------------------------*
Nuestros versos no son más que mímica de la intemperie
 


182.

Rompió el espejo en mil pedazos y comenzó a verse, por fin,
entero en cada átomo de su reflejo.
 


183.

Cada filósofo se encomienda a su Serpiente.
 


184.

Recordar sólo me es posible bajo el encantamiento del
paisaje.
—El olvido: he allí el embrujo mayor.
 


185.

«Y el amor fue posible» .Momento de un clímax coreográfico
en el que la carne piensa y el espíritu acepta su rol de
espectador. Puro ritmo.
-------------------------------- *
Como ocurre en toda utopía: dependemos de la sincronía de
ese azar.
 


186.

Ramón Palomares es un gran poeta porque vive bajo el efecto
de los ríos. El páramo no es su tema sino su modo de escribir.
 


187.

X: Abandoné mi última doctrina. Desde entonces la medida
de la realidad es la distancia resultante de la suma entre mis
ascos y apegos.
Y: ¿Y el mundo?
Y: Nada más que un objeto entre paréntesis.
 


188.

Por costumbre ensayo definiciones:
El poema: cueva donde hiberna el pensamiento.
Pensamiento: gestos de una sombra
Sombra: luz del cuerpo.
etc. 



189.

Toda la mañana arreando palabras para dar forma a una
réplica. Nada más trabajoso. Defenderse en público es una
autohumillación. Sabía lo que tenía que escribir pero me
avergonzaba la estatura de mi antagonista. No es que ella en
particular sea poca cosa... es que cuando la humanidad tiene
nombre y apellido, cuando el enemigo es tu igual, no merece
el esfuerzo de un mal epíteto.




190.

Dos semanas anulado por la idea y el deseo de escribir.

191.

Sólo se burlan de la dignidad quienes no la tienen.







 


192.

Recibo mis fragmentos con notas al pie de página. Mi lector
me honra con más tachaduras que aprobaciones. Entiendo
su reproche. Di la impresión de un pesimismo extremo y veo
que una vez más no he sabido trascender a mi expresión. Mi
idea sigue siendo muda. Sucede que mi escritura es tributaria
de un exceso de fe. Pero la fe cuanto más se afirma se banaliza.
 


193.

Hace tiempo no recibo correspondencia, ni escribo a nadie.
Leo, eso sí, con apego y devoción, viejas cartas. En una de
éstas no parece caducar jamás el temblor de la sentencia: «...y
creo que es cierto, que es más real la promesa que la vida».
 



194.

La gente sólo comprende lo extraordinario. Lo que entrañe
un misterio, un secreto. Si no nada.
Lo que no provenga de lo desconocido, simplemente no
interesa.
Si yo quisiera hacerme entender y voy al encuentro del otro
en una calle cualquiera, para comentar mi vulgar tristeza,
debo apelar a la exageración. Un antifaz, un gesto raro que
atraiga su piedad.
--------------------------------------------- *
El arte consiste en hacer sentir al otro mi sentimiento. Una
tristeza de la vida que es vaga, ordinaria, resulta
absolutamente incomunicable precisamente por ser
habitual. Lo común no es nada más nuestra parte insensible
sino que, como fantasma entre fantasmas, es ininteligible a la
vez. No hay ideas comunes entre los seres humanos sino
ausencias compartidas. Si un sentimiento es común
pertenece no a la esfera del sentimiento y el pensamiento sino
al vacío humano. De tal suerte fracasamos lo afligidos en
nuestro afán de decir. Lo ordinario carece de lenguaje y de
sonido.
Quien no supera esa angustia de hacerse entender tiene por
obligación convertirse en lírico. Hacerse poeta es la única
esperanza de quien reclama su derecho a la queja. De ser así te
guiará el ocultismo en esta búsqueda del otro.
Forzados al arte, a ser actores de sí, fingidor de su propia
verdad, pactamos con lo extraordinario. Entonces sí nos
acercamos a la compasión.
---------------------------------------------*
Llámese imposibilidad de estar callados, de dilatar la
indiferencia, a este salto mortal, (pues el alma humana
siempre está en otro lado). El cuerpo sentado no está en su
peso tanto como en la butaca de la expectación.
Es doblemente triste quien se decide por el arte. Nuestra
genealogía de la angustia vulgar nos traiciona. Nos revela
siempre la raíz precaria de nuestra normalidad. Desesperanza
e inconformidad de la humana condición ¿para qué nos
arrojas al encuentro lejano, a la épica ésta de buscar
compañía? Desde entonces somos artistas, representantes de
un desasosiego que hace de músico. Plausible, admirable en
el mejor de los casos. Pero en el fondo incomprendido.
No, no es traducible la tristeza compartida. Pero tampoco
es auténtica ni humana si debemos degradarla al espectáculo.
Nuestra queja sin gracia y maquillada no es queja ni nada que
nos pertenezca.
¿Por qué insistimos entonces? O mejor, ¿para qué lo
hacemos? ¿Por qué eludirse del placer de estar callado,
testigos de nuestro propio consumo lento, en esta común
indiferencia?
-------------------------------------------------- *
Tengo la sensación de un destino. Nos tienta padecer el
defecto físico que es destino, esa vocación al descampado, esa
tara del alma que es el destino. Tengo la sensación de que allí
empieza a alzarse la curvatura que desciende a todo ritual, a
todo pacto con el más allá. Alguien nos necesita así: locos,
sucios, extraordinariamente desdichados. Nos llaman del
otro lado del hombre. Nos piden optimismo, luz en lo
taciturno, platillos en cada desenlace. Ese otro lado es la
línea, lugar de la enunciación para la cura, el sosiego, la
dicha…todo en verso, todo en metro, todo con fondo de lira
y bombos.
Por destino, nuestro comediante interior rompe la línea
recta de nuestro silencio. En mala hora nos tomó despiertos y
a la orden la codicia y el delirio de un extrañamiento
sobrehumano. Al instinto de gloria y trascendencia, pero
también a la costumbre de clausurar los paraísos, debemos
los artistas, los conversos, semejante caída.
----------------------------------------------*
Ya no se trata de decir como de buscar el tono. Ahora lo
sabemos. Se nos ha hecho oficio ser sombra totémica, signo
de calamidad. Ahora se trata más bien de buscar el tono, la
forma, el natural, el sentido estético, el argumento, la
peripecia. La forma heroica para mi queja impresentable.
¿Mentimos entonces, como se acusa desde antiguo? Sí pero
con la misma urgencia verdadera de nuestra cuita. Sin
escondernos pues no hay lugar sino para la confesión. Nos
convocó la utopía de todos los afuera.
Somos artistas de nuestro ahogo. Vinimos desnudos y luego
nos dicen que el nudismo no es sino el ocultamiento de la
ropa. Gritamos pero si el grito no es diferente, sólo indagarán
el escondite de la voz. Porque es cierto: descubrirse es hacerse
invisible por otros medios.
---------------------------------------------- *
Conque no hay escapatoria: nuestras obras, hijas de la
desmesura por el alivio, del exhibirnos, son el resultante de
nuestra incapacidad de sonar en la comprensión ajena… ese
nuestro más allá.
 


195.

Sin tener en cuenta que el acto mismo de escribir constituye
una fe, yo lo hago desprovisto de definiciones concretas.
Optimista o no, reconozco en mi expresión un abanico de
ascos ante hipótesis y leyes. Sentado como un inválido en la
silla del subjetivismo, me mueve el tedio y la soledad. En mis
primeros libros deserté del paisaje y la abstracción. Sin
rumbo fijo, sin temario, sin estilo. Vagué en la poesía una
década hasta que, por cansancio, logré instalarme en el
amplio solar de los indecisos. Sé que cuanto me es molesto
habré de suprimirlo o no, en mi cosa fantasma. Sin
demasiada euforia pues, como corresponde a un taciturno,
gestiono las palabras. Confieso que yo aprendí a ceder por
decir.
------------------------------------------- *
Aunque me sé incapaz de todo conocimiento y creación
verdadera, escribo decididamente y en ello ocupo mi última
fuerza...
---------------------------------------- *
¿Qué de mí se lee? Mi parte muda se encoge de hombros.
Puesto que la palabra de un hombre no es sino su último
extremo; asisten mis amigos a la conclusión del largo barrido
de mi alma.
---------------------------------------------- *
Y digo entonces sin querer asentar nada: yo no soy el artista
que creo tanto como la sensación de mí mismo.
 


196.

Después de leer Oh Smog, de Juan Calzadilla, no me queda
otra opción que tirar los libros de A. Oliveros. Nada tengo
que ver con estos poetas que, más allá de su lirismo, no tienen
propósitos
 


197.

Vuelvo a leer La pasión según G.H. Ante los grandes libros
somos siempre el mismo. Hace 3 años subrayé:
«dame tu mano desconocida que la vida me está doliendo y
no sé cómo hablar —la realidad es demasiado delicada...»
Hoy me dilato en estas líneas, con la piedad intacta.
 


198.

Un poema hecho de interjecciones y no de palabras, tangible
por el ritmo apenas: sin melodía. Acústica del canto
primitivo: ululante e inubicable en idioma alguno. Que
vuelva a ser voz de la intemperie humana. Un poema así es lo
que urge.
 


199.

Me gustaría enumerar los niveles de tristeza que, conforme
los días pasan, suman una a la otra. Pero la tristeza es una cosa
informe, sin orden alguno.
 


200.

De mi parte ciega soy un visitante: me estoy allí con cierta
solemnidad pasajera. En el resto de mi cuerpo vivo de
exhortos. No me habito: me usurpo. Inquilino de mí mismo,
amo este espacio y ese amor es odio contra su dueño. Lo
cuido con cierta mezquindad, como si se tratase del bien
ajeno. Salvo en lo ciego, soy consciente de cuanto en mí es
rentado.
 


201.

No vale de nada cambiar de vida si al mudarte de destino
llevas entre tus cosas de valor inscrita la frase «llegará el día en
que...». Mejor deshazte de la esperanza y conserva tu vieja
alma. Abre la ventana, deja que entre el tibio ventear de
ahora. Huélgate ahí a fe de que, salvo esta reminiscencia del
paisaje, nada llega y es bastante.
 


202.

Hoy, nada nuevo. Transcripción directa del Libro del
desasosiego:
«Porque escribí no dije nada. Mi impresión es que lo que
existe siempre en otra región, más allá de los montes y que
habría grandes viajes que emprender si tuviéramos alma
que nos diera los pasos».
Y más adelante, insiste Pessoa:
«Que tus actos sean la estatua de la renuncia, tus gesto el
pedestal de la indiferencia, tus palabras las vidrieras de la
negación».
 


203.

Desconfía del paisaje —dice mi parte ciega—. Confía en tu
mano, sólo en tu mano. Toca, escribe, ve al tanteo. Dale un
nombre a todo, explora los espacios de la luz pero con las
manos.
 


204.

«Ser lúcido».«Ser coherente». Se trata de un estado converso
al que los ilusos aspiran y sólo los necios defienden. No
dejaremos de ser lo que somos: penumbra indecisa.



205.

Aunque los cambios políticos provienen de la capacidad de
soñar, la política como realidad no da espacio a la fantasía.
Ella nos somete a un comercio con lo intratable.
En estos años he perdido cosas que ya no añoro recuperar,
pero que han dejado un vacío evidente. Hoy busco cómo
llenar los huecos. No para disimular que he vivido, pues lo
que aún es carne tiene ese color de las cosas manidas.
Quiero aparentar (ante mí mismo), que aún me restan días
y esperanza.
-------------------------------------------- *
Veo entonces que la política como redención es bella y la
comparo con la luz de una vela en la nada. Y sé que el carácter
irremisible del hombre es aceite para su llama. Pero yo no soy
El Hombre, sino un instante de su larga noche.
 


206.

Quien da palabras pierde palabras. En esto creí firmemente.
Entonces escribí durante una década sin parar. Nadie me dijo
que en ocasiones el silencio se abre y todo lo trae de regreso.
Nadie advirtió que no se daba ni perdía impunemente.
 


207.

La poesía es una forma superior de la memoria dado que, por
su naturaleza orgánica, no atina a detener el instante sino que
huye con él, se queda con él: es el paso consumándose.
 


208.



Ser únicamente nombrados en centelleos (desde el poema)
como transfiguración del recuerdo y a veces también como
un tiempo borrado ¿Qué más da?



209.


Pese al prejuicio occidental que redujo el Quipu a un sistema
de contabilidad, hoy sabemos que éste sirvió a poetas y
sacerdotes. ¿Qué elegías, canciones, qué versos nos dejaron
sus nudos? Ser el Inca para escribir en Quipu una carta de
amor... (¿En qué otra escritura se trasluce una pasión?)
---------------------------------------- *
Podría yo expresar en nudos este grito que el alfabeto ahoga.
Mientras tanto, ato la voz al puño. Aprendo a escribir a
golpes.
 


210.

Se escribe por orgullo apenas. Pero escribir es volver en
pedazos, con las manos vacías. Sin miedo eso sí, a las nuevas
formas de la afrenta.



211.

En el centro del hastío, trato de provocar una frase que me
salve de mi propia languidez. Tomo un libro de Haikus. De
una página al azar me dicen:
«palabras que arden
palabras que se apagan
palabrerío»
La mejor definición de mis cuadernos.
 


212.

FRAGMENTOS DE UNA AUTOENTREVISTA
Hc: Ud. lleva un taller de poesía para jóvenes todos los
sábados ¿Cree que se puede enseñar a escribir poesía?
Ch: No
Hc: ¿Por qué lo hace?
Ch: No porque sea imposible significa que no se tenga que
hacer.
Hc: Le repito la pregunta: ¿se puede enseñar a escribir poesía?
Ch: No, sin embargo: es lo único que se debería enseñar.
 


213.

«Aún nos queda la expresión», dice mi sombra. Es un gran
motivo para desplazarse de un desánimo estéril a un hastío
fecundo. No querer ser nada y devenir lírico… ¡qué risible es
el rigor!
 


214.

Después de discutir con una difamadora de oficio comprendí
que la ira en mí no es más que una herramienta de trabajo.
Saber usarla es lo que me falta. De momento mantiene
caliente, a media luz... esta caverna que es el mundo.
 


215.

No cambiar de humor: verlo renovarse constantemente en la
misma mueca y el mismo gesto.
 


216.

Una teoría silenciosa donde sostener la pregunta. Una
respuesta sólida donde descansar la mirada.
 


217.

Me hubiera gustado nacer antes de La interpretación de los
sueños. Cuando las fobias humanas carecían de importancia
para la ciencia. Cuando nuestros delirios no significaban
nada y los sueños eran asunto de la noche.
 


218.

Teorizar siempre es voluptuoso. Abrazar la posibilidad de ser
otro. Lastimosamente el paraíso de la teoría es la palabra y la
palabra, como todo paraíso, es inhabitable. Si hubiera una
teoría que se expresara en silencio… duraríamos en ella.
 


219.

Soñé con un espacio informe, un paisaje prehumano. Llevo
días tratando de explicar esas imágenes. Es inútil; no hay
espacio en el lenguaje humano para ellas. En esto se nos
parecen las palabras: no operan en contra de sí mismas.
 


220.

Dios es infinitamente cruel porque nos da, no porque nos
quite nada. He allí que, pese a todo, le necesitamos.
 


221.

De niño me divertía el ejercicio de agotar palabras. Mediante
una repetición monótona, arrítmica y constante me
ensañaba horas enteras contra algún término, algún nombre
o vocablo. Sentía un poder infinito frente a los adultos: yo
vaciaba de sentido sus discursos. Irónicamente me he
convertido en uno de ellos, impotente ante la fatalidad de mi
lenguaje, he sido promotor de lectura. Uno no puede
traicionarse del todo. Por suerte vivir es anudarse al
tiempo… el proceso demoledor de mi infancia es ahora la
única forma de escribir que tengo a mano. Hay que escribir
hasta ahuecar la lengua. Palabras sin sentido que nos
reconcilien con la nada, eso precisa un creador. En mi caso,
llenar un cuaderno con la palabra poema, líneas y líneas que
pudieran ser horas, metros, toneladas de ese poderoso
vocablo hasta que, vacío, se venga abajo. Y entonces sí, ante el
escombro del lenguaje…sonar salvajemente…Ser el ruido
anterior al verbo.
 


222.

Prender velas a las ánimas benditas del purgatorio, hacer
conjuros para la suerte y el amor, oír los elementos,
arrodillarse ante la luna, consultar oráculos, creer en brujas.
Lo que del hombre es religiosidad natural, se ha perdido o
relegado.
La Teología: he allí lo verdaderamente ominoso. Ha sido la
voluntad de Dios vivir de incógnito, vestir pseudónimos y,
para que no se le ubique nunca: estarse en todos lados a la vez.
Pero los teólogos, impíos, desobedecen con su razón la
decisión divina. Allanan, indagan, descubren, divulgan con
su dogma, la intimidad del creador.
--------------------------------------------- *
Son ellos los verdaderos ateos: de allí que nunca se les haya
visto arrodillados.
 


223.

Hoy todo luce anticipado. La brisa en los árboles es la
gramática de un enigma. La soledad de esta calle una luz
infantil. Los mangos exhiben su nueva vejez. El cerro es otro
en su verde desnudo. Me doy cuenta de que no soy necesario:
todo habla solo.
Tantas señales torcidas, tanto por descifrar. Como en el
Primer día, los hombres caminan en silencio o duermen.
Quisiera decir algo, aportar alguna imagen pero sé bien que
Dios es un escéptico: escribe pero no lee.
 


224.

No tener talento para el alcoholismo deviene un vicio aún
peor: la sobriedad. Adicción al exilio, esto padecemos
quienes no logramos prescindir de ese demonio llamado
conciencia.
 


225.

El poema no es lo hecho sino lo contrahecho (ésta es la
naturaleza del verso). Comprendo la poesía como el
producto del deshacer.
 


226.

Pensar en mi pasado me obliga a imaginar. Toda historia es
un oráculo. Toda memoria un ejercicio de adivinación.
 


227.

X: Abandona tu ego, quienes no lo hacen se consumen
rápido
Y: ¿Qué me ofreces a cambio?
X: Una larga temporada en la inexistencia.
 


228.

Prescindir de las palabras. Ser capaz de un poema sin forma
interior, que sea el estallido. Prescindir de las imágenes.
Obtener a cambio una expresión sin más allá.
 


229.

X: La perfección te pide un sacrificio.
Y: No comprendo.
X: El verdadero ambicioso aprende a perder.
 


230.

La soledad es un lugar lleno de secretos revelados. A ella,
como a la vida, siempre se llega tarde.
 


231.

No se llega al silencio callando. Sólo la voz nos conduce a ese
estado de paz y vacío. Es su obra, puesto que el mutismo es
ruido desmayado... El silencio es el nirvana del grito.
 


232.

Por avidez, más que por misantropía, en el mito de Prometeo
me he puesto siempre del lado del águila.
 


233.

Dos amantes como dos agnósticos que se reclaman el uno al
otro una fe duradera.
 


234.

La vida te ha puesto a prueba. Aprendiste a soportar que otro
sea superior a ti en todo. Amar y no ser amado, etc. Prepárate
para una prueba superior: en adelante todo te será
indiferente.
 


235.

Cansado de su falsa existencia, el poeta se disfraza de lo que
es.
 


236.

FRAGMENTOS DE UNA RÉPLICA
El falso problema del «compromiso social del arte»,
demuestra el poco valor que los sociólogos dan a los afectos, a
las emociones. Si como artista me piden propaganda,
fracasaría, de la misma forma en que el sociólogo cuando le
piden poesía. Si me exigen por salud social una determinada
verdad, ofrecería un discurso no un poema. Entonces haría
algo útil a los fines de la razón política. Si en cambio me
piden versos «comprometidos», haré versos, sí, pero con mi
verdad poética.
Es necesario comprender que la idea del hombre nuevo ha
de ser la suma de todas las razones y dudas que conviven en su
antigua alma: la razón político-económica, la razónesotérica,
la razón-poética. Así, su sociedad, su sistema, jamás
podrá devenir prisión. El dogma desvirtúa en el hombre su
humanidad. Puesto que todo lo que es, es múltiple, no hay
que temer a estos temas: se puede ser en un sólo día todos los
hombres y, como un colectivo, como una asamblea popular,
mis yo y mis otros, abrazan la fe, la rosa, el panfleto, dicen, se
contradicen: buscan consenso. Con los dos brazos y la
soledad del corazón el hombre es infinito.
---------------------------------------------------*
Pretendo, quiero, hacer notar que la propaganda es
necesariamente mal arte por ser propaganda; y el arte, mala
propaganda precisamente por ser arte.
Ambas cosas se contradicen, es cierto, pero más cierto es la
evidencia de que ambas cosas también se necesitan. Que el
sociólogo opere desde su verdad y permita a otros cumplir su
modesto papel: que no haga teología de su política; nadie le
está pidiendo que actúe de forma ajena a su emoción. Que el
poeta amplíe mi expectativa de vida y el congreso defienda su
razón estética pues también estará defendiendo al hombre
nuevo. El socialismo que nos corresponde inventar ha de ser
plural como el universo cultural que nos contiene.
Sentimental en su paradoja física, divino en materia humana,
humano en su ambición de trascendencia, utópico en su
fáctica estrategia.
Compañero: yo no estoy legitimando la división social del
trabajo, yo estoy hablando de la íntima heterogeneidad que
somos. Ni el arte por el arte, ni la política por la política, ni la
razón por la razón, ni usted ni yo, nada por sí mismo, existe.
Todo lo que hacemos tiene una emoción central: la vida, un
enemigo central: la finitud. Para que sea bella, y al decir bella
digo digna y al decir digna digo libre y al decir libre digo
justa, etc. no sobra ningún impulso.
Porque, a pesar de que sea también la vida un poco triste, el
socialismo es la lucidez de esa condición profunda. El
hombre no puede ser una sola cosa porque entonces no es.
El falso problema de contradecirnos, camaradas… ¿no ven?
Nada nos sobra en esta urgencia de ser hombres fantásticos
obrando, cada cual su posibilidad y deseo, en la misma arcilla
imposible. Arcilla cuya forma es el fondo.
 


237.

Perros que cuidan casas, perros que cazan y se educan para
morder a cierta clase de humanos, para coquetear con otros.
Perros que comen perros. Si algo desprecio de estos animales
es que son capaces de todo menos de huir. No puede ser un
animal noble si se queda con el hombre.
 


238.

Todas las veces que he jurado ha sido en vano. Y cuando
admití que mentía lo hice con exageración. También ellos
fingieron: credulidad, indulgencia. Yo no engaño a nadie si
ya no hay a quien engañar, si el embuste es nuestro pacto.
¿Acaso no fue así siempre? Creímos todos, la mentira
original: esa según la cual existía la verdad.
 


239.

Entre el honor y el deshonor, escojo el silencio.
 


240.

¿Qué Dios absolutamente bueno y poderoso habría creado el
mal? Si no admitimos que sólo una divinidad con segundas
intenciones habría concebido semejante sustancia; la
respuesta es que ese Dios bondadoso es también un Dios
imperfecto. Otro razonamiento podría llevarnos a la
conclusión de que el mal es anterior al creador, idea no
descabellada del todo si nos arriesgamos a pensar en
consecuencia: Dios podría descender del mal.
 


241.

Del mundo me interesa su apariencia y es bastante. ¿Qué
diferencia puede haber entre el mortal que soy y el
moribundo que seré? Ninguna, según creo. Por eso no me
esfuerzo demasiado. Acepto al mundo en su forma externa,
libre de todo desencanto.
 


242.

Ciertas cosas no son evidentes hasta que desaparecen por
completo. Me dejo llevar por mis ideas. «Desde la ruina todo
exhibe su verdad». Hablo en nombre de las ciudades que
habitamos y nos habitan. Calles, plazas; esquinas que
refractan la luz de modo único y que se nos manifiestan como
emociones sin reemplazo. Ciudades que son ficciones y que
sólo en el recuerdo están y sólo allí son posibles.
Veo y no siento lo triste de esto. Veo y no creo en lo que veo.
Y el vacío de ver me equilibra. Sé que estoy inmerso en esa
belleza sin sentido.
 


243.

Detesto la sinceridad tanto como la simulación si en ellas
debo invertir el tiempo de amar las formas. De la verdad y la
mentira tomo lo estrictamente necesario: el tiempo exacto
del poema.
 


244.

En un viejo cuaderno descubro esta frase: «ya no creo en días
peores». Estoy consciente de que esto no constituía, ni
entonces ni ahora, una esperanza. Alivia y esto es suficiente.
Qué otra cosa pedir más que una efímera frescura adentro del
pecho.
 


245.

¿Quién no padece, como yo, esta discordia de muchas almas
en el alma y a veces la tortura de tener una sola que no
alcanza?
 


246.

Cuando escribimos poesía usamos la memoria de la tierra:
son recuerdos que anteceden al tiempo. Todo poema es la
evocación de cuanto el hombre era antes de existir. Por eso
digo que la tierra es la medida de todos los verbos. Finge
quien no sepa que es así.
 


247.

El poema no nombra la esencia porque la esencia no es
poética. Ambos opuestos se topan por accidente en el vacío
humano. Lo hermoso es que sus aisladas existencias estén
determinadas por la magnitud de tal encuentro.
 


248.

«...No es nada, padece de sombra». Diagnóstico sabio de
Gustavo Pereira. ¿De qué otro modo decirlo? La
imposibilidad de asir a mi alma una certidumbre no sería un
verdadero problema de no ser por esta ineludible manía de
albergar todo tipo de pensamientos. No hay mayor tragedia
que tener siempre la misma intensidad moral y un alma que
nada entiende.
 


249.

¿Y cuando un hombre está callado, dónde está?¿Cuál es su
morada, en qué intemperie? ¿Dónde existe, si es que existe,
esa manifestación sin ser?
 


250.

«Dejar de ser». No habla así la voluntad sino el azar. Por lo
tanto esa enunciación no garantiza que el ser quede
superado. El salto al vacío, tan anhelado en ciertos días de
animosidad, parece inútil. Nos queda la puerta de «atrás».
Sólo recordándonos olvidamos quiénes somos.
 


251.

Le afirmaba y sostenía a una amiga algo que jamás había
pensado. «Es una liberación conmoverse por el paisaje a
sabiendas de que para él no existimos ni cuentan nuestras
emociones».
 


252.

Habité por décadas, y sin entender nada, la ciudad que me
hizo terrero y lugareño para siempre. Ya no tendré otro
vínculo con el mundo. Esto adhiere a mi carácter una
nostalgia nueva. Sé que es tarde para hablar así... el exilio es
un estado de conciencia ingobernable.
 


253.

Antes de escribir ¿qué hacía yo... de qué forma me sobrevivía?
Escuchaba música. Boca arriba, en mi cama, callado; evitaba
así los pensamientos y suprimía recuerdos uno a uno.
Entonces, sopesar la cosa física de «estar allí» era posible: me
subordinaba a la fuerza de un concierto. De esta forma
transcurrió mi adolescencia. X dice que «en eso» se me hizo
tarde para muchas cosas (¡y es cierto!). Tarde para todo,
menos para re-escribir «lo borrado».
 


254.

Esta cosa tibia que es el desengaño... útil a los efectos de un
invierno contumaz, de un asilo involuntario... ¿cómo llega a
enfriarse en la palabra? ¿Por qué nadie se queja de esta llama
sin fuego?
 


255.

¡He dicho tanto en contra del ineludible ejercicio de pensar!
He reflexionado tanto en la inutilidad de las ideas. ¿Pero qué
de la acción? ¿Podría yo estar de acuerdo con alguna doctrina
física, algún programa «real»? Es evidente que no. Puesto que
la acción nos desorienta del mismo modo. El hombre
también está incapacitado moralmente para dar un paso.
 


256.

X me transcribe
— Escúchame... Igual que tú, yo conozco el olvido.
— No, tú no conoces el olvido.
— Igual que tú, estoy dotada de memoria. Y conozco el
olvido.
— No, tú no estás dotada de memoria...
— Como tú, también yo intenté luchar con todas mis
fuerzas... contra el olvido. Y he olvidado... como tú. Como
tú, deseé tener una memoria inconsolable, una memoria de
sombras y de piedra. Luché por mi cuenta, con todas mis
fuerzas, cada día, contra el horror de no comprender ya en
absoluto el por qué de recordar. Y como tú, he olvidado...
(del film Hiroshima Mon Amour... que es una pasión
compartida).
 


257.

Una idea es falsa en tanto más demostrable es. Las cosas que
existen apegadas a la verdad no tienen forma ni orden. Creo
en el dogma de la náusea física precisamente porque es
incapaz de convencernos.
 


258.

Transitamos el presente con una venda en los ojos. Las
formas de la realidad pueden ser intuidas pero nunca vistas
como son. Es el devenir quien de pronto nos destapa los ojos
y podemos comprobar entonces el sentido legítimo de
cuanto vivimos. Uno escribe volviendo la mirada
necesariamente.
 


259.

Leyendo el epistolario de Cruz Salmerón Acosta reconozco
que no tengo derecho a la tristeza. Todo lo que hasta ahora
atesoraba como cuita me resulta vulgar. Para amar a este
poeta hay que odiar su suerte.
 


260.

Oír a alguien definirse: he allí la cosa más imprecisa del
mundo. El ser es deseo puro por lo tanto, materia abstracta.
 


261.

No identificarse ya con su carácter: ser un reo indolente.
Basta reconocer que nada de lo que hacemos nos pertenece.
Ni los buenos actos ni los más abyectos. Todo ello requiere
una fuerza especial y una sensibilidad negadas al hombre. De
esto se trata morir: aceptar el mundo poco a poco y tal como
no es.
 


262.

Siempre supe que al interior de mis palabras no había sino
viento: el eco de un aire primigenio. Y que mis verdades
estaban hechas de brisa quieta. Siempre supe eso y que mi
espacio real era el verbo con su nada por dentro. Conocí a
priori el nombre de la borrasca: su instante estaba escrito en
mi voz.
 


263.

De regreso a la Aldea experimenté el mismo desgano de hace
dieciocho años. Sólo algo es distinto: en este nuevo desdén
hay también apego.
 


264.

Hoy le diría a mi Aldea, con ese reclamo que todo hombre
enamorado hace suyo; ¿qué me has hecho, paisaje... que me
has hecho de sólo mirarme?!
 


265.

(En Santa Ana, 10 años después de mi huida)
Cuando alcancé la salida, recuerdo, a doscientos metros del
cementerio... justo en la curva, nacieron mis ganas de vivir.
¡Cómo olvidarlo! Hoy, de vuelta, a mis 33 años, acepto esta
ley: ninguno de mis deseos tendrá repercusión jamás en el
mundo. Ni dentro ni fuera del pueblo. Todo lo que hasta hoy
me ha dado alguna felicidad, todo desengaño, no son sino
fruto del accidente.
266.
Ayer La Cantata Criolla en manos de Dudamel, me confirmó
una sospecha: el alma tiene la edad de la música... suena en su
tiempo y se queda. Como la fatiga se vuelve orgasmo. Como
el orgasmo se dilata en el desmayo. Así la música, anoche, se
hizo en mí.
 


267.

Idealizar el amor: volverlo inútil, como un santo en el altar.
 


268.
 

No he escrito nada. Llevo semanas conforme a un silencio
más bien indolente que contemplativo. Sin embargo, no
puedo escapar siempre. Transcribo, del epistolario de J.A.
Ramos Sucre: «No olvides que primero está la belleza que la
originalidad».
 


269.

Mañana de sol en que anhelaba la lluvia. Como si en verdad
mi deseo tuviera algo que ver con el invierno, expongo a viva
voz mi desengaño. Y el deseo castiga con su lucidez. Me hace
pensar que es real cada cosa deseada, la urgencia y el dolor
mismo con que se desea.
¿Busca mi deseo la felicidad que profesa? ¿Sabe algo de la
felicidad deseada? He dejado a su merced mis últimos fueros
de intimidad. Hoy porque no ha llovido, mañana porque es
tarde.
La falta de deseo no es una opción: sino otra forma de dolor
que nos inflige el fantasma de la gloria.
 


270.

Leo Ballestía de Antonio Trujillo. Nunca imaginé que la
piedad, como la niebla, podía verse.
 


271.

No existe la palabra silencio sólo el silencio que no precisa un
nombre para representarse.
 


272.

Con cuánta precisión me tallaste, lijaste mis bordes, Madre!
No ha sido reformada la belleza que me diste ni por el tiempo
ni por el comercio amargo con el mundo. Tampoco la
imaginación de otras mujeres pudo trastocarme la figura tuya
bajo la piel. De modo que soy tu obra, en el sentido más
artesanal del amor. Con cuánta precisión pusiste los clavos,
fijaste mi inocencia, madre; que soy tu hijo aún cuando me
traiciono.
 


273.

Dios existe como fe, no como verdad.
 


274.

Llenar el tiempo de hoy con el de mañana, eso hace aquí la
gente. A esto le llaman atesorar el futuro. Necia costumbre de
confundir el tiempo con la eternidad: su esencial opuesto.
 


275.

Sólo olvidando su propio dolor el hombre se aferra a la vida.
Sólo perdonando la ironía de su Dios, logra la fe. Veo la
imagen de Cristo y descubro en su mueca el malestar de no
entender lo que se siente.
 


276.

Diez años después X me reprocha mis últimas palabras: «el
resto ha sido perdonado». No me desconcierta ¿Qué es la
palabra sino la unidad con que se mide la esperanza? De allí
que sólo los escépticos escriban «por oficio»
 


277.

«La luz sobre la mueca retrocediendo es verdadera, nada
más». Lo dice Kafka, una noche en que todo falla.
 


278.

Retomo algunas lecturas y en una página de Vida de los
filósofos más ilustres (D.L), leo mis elogios para Gorgias, el
sofista, a quien denomino «profeta». Su triple negación
«Nada es, nada existe... si existe es imposible conocerlo si lo
conocemos no podríamos comunicarlo», me sigue ganando.
¡Fue un profeta!
 


279.

La felicidad es una conquista. Y como toda conquista,
supone el empleo de una violencia que al desmayar nos
entristece.
 


280.

Nos empobrecen las dicotomías. Lo irrealizable no es el
opuesto de lo real. De hecho, es su génesis.
 


281.

No existe el agua sino la gota, el sorbo, el derrame entre los
dedos. Es decir: lo que de ella podemos recibir.

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Cuaderno XXXI

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