viernes, 25 de diciembre de 2009

Cuadernos (I)



1.
 

¿Yo soy un escritor? Me abismo como cualquier analfabeta.
Vivo de exhortos como un Caín moderno ¿Soy el escritor que
creo? Para semejante título, ¿no se necesita un dolor
adquirido, un alma enconada, antigua, poblada de deudas?
Yo nací vacío y heredé de súbito una vulgar indiferencia.
 


2.

En los últimos 3 años no he hecho más que reprocharme por
ser el que soy. Dudo, me apoco. ¿No era mejor haber
estudiado filosofía? Quizá mis ascos y apegos precisan un
sistema, un concepto en lugar de metáforas y onomatopeyas.
Si no es por falta de Academia que me sumerjo en el sin
sentido.
Abro un libro de Frases Célebres y leo: «El fracaso de toda
teodicea racional». ¡Kant me ha salvado de otra esperanza!
 


3.

Sólo sabemos que vino un desengaño grande al espíritu.
Sabemos de aquel momento en que se hizo carne; pero
ninguna palabra responde jamás por el dilatado crecimiento
de esta tristeza.
De esos matices, nada sabemos.



4.

«Yo escribo para no olvidar», dice J. B. En eso somos
enemigos. Escribir es para mí una propedéutica del olvido.
Resulta felizmente sospechoso que precisamente de él haya
venido el comentario más acertado sobre mi poesía.
 


5.

Le insisto a J.B.
— ¿Y qué hago yo con ese grito que es el olvido, sino
escribirlo para que triunfe? Escribir es olvidar.
— El olvido es una ficción, el desengaño de la memoria
misma. Su otro lado—. Afirma él como quien da por
concluido un debate.
 


6.

Derek Walcolt ofreció, junto a un catedrático (he olvidado su
nombre), una conferencia sobre Literatura del Caribe.
Después de la aburrida y dilatada intervención del
académico, el poeta se dedicó a leer El mar es historia… Jamás
se escribirán versos así en Francia, España o Alemania. Hay
un brillo exclusivo de los pueblos invisibles. Aullido tribal de
superioridad copiosa. Algunos abandonaron la sala. Nuestra
poesía —venganza tan altiva contra occidente— me
permitirá esta noche dormir en paz.
 


7.

Después de leer un artículo mío X me felicita y hace una
 


10

observación: «conviene citar de vez en cuando». Cierra su
carta con unas lecturas recomendadas. Luego de admitirle
que cada vez leo menos (y siempre a los mismos autores), le
digo: «las citas constituyen una cobardía del pensamiento. El
que vive entre comillas piensa sin compromiso. No es un
escritor sino un aséptico. Yo, antes de citar preferiría cometer
plagio. Al menos los usurpadores hacen suyas las ideas y,
como suyas, las defienden».
 


8.

Llego tarde a una cita. De inmediato la persona me reprocha,
trágica, haciéndome notar el valor de cada segundo
desperdiciado. Con la economía de un telegrama me dice:
«No tengo tiempo para perder».
--------------------*
Hasta ayer no comprendía el sin sentido de ese refrán. Sólo
en la espera el tiempo existe y crece. Sólo así, conscientes de la
impuntualidad, el tiempo es real. Justamente en la espera el
tiempo nace. La única manera de malgastar el tiempo es
ahorrándolo.
 


9.

Desde que nace, el hombre comprende su finitud. De paso
por la vida las palabras serán sus grandes amistades. En la
soledad de su especie fundará la esperanza con el mismo
verbo de su ruina. Es la vida un oficio de palabras que se
alterna: coleccionar verdades, desbaratar sueños. Y
reconocerse cuando le relampaguea un silencio. De ser más
lento sería eterno el Hombre.
 


10.

Se puede odiar y amar en desmesura (pues no existe una
economía del afecto). Entre tanto, conviene mantener fuera
del asunto las palabras. Nada merece el esfuerzo de una frase
grave.
 


11.

El saber arruina el deseo. El deseo impide operar al
conocimiento. ¿Cómo vivir contento, cómo?
 


12.

Mi mala voz me impidió ser Héctor Lavoe. Mi buena suerte
me inhibió de escribir Los Heraldos Negros. El que soy es el
resultado del no poder Ser. Sólo existimos negativamente.
Con un saldo en contra.
 


13.

Para salvarme de doctrinas frente a la puerta de cualquier
partido o iglesia exclamo: «¡Yo vine acá a ser parte del
problema!».
 


14.

Nuestras acciones están supeditadas al temperamento. Si
esto es así se debe añadir que, precisamente por ello, no
merecemos gloria ni escarmiento.
 


15.

Resemantizarlo todo. No dejar un nombre en pie. (Hasta en
esto me cuesta decir: «Amén»).
 


16.

Pensar es sentir el paso lento de la vida adentro. Sentir es no
tener razón para medir su acre.
 


17.

Vivir tan triste de ordinario y alegrarse con tan poco. De todo
saca el hombre un orgullo y una queja.
 


18.

Ir por la vida coleccionando excomuniones ¿Cómo pude
fracasar en eso?
 


19.

Asistí, anoche, al funeral de un músico y amigo de juventud.
No vi su cadáver, el féretro estaba flanqueado por tres figuras
imponentes: la guitarra, el amplificador y su pedalera de
distorsión. Hasta entonces pude vivenciar el múltiple sonido
de esas cuerdas psicodélicas y místicas. Y el alma retrocede,
delega al cuerpo lo sublime.
Sólo vivimos con vista a la muerte. Sólo oímos la música
cuando ésta calla.
 


20.

Larga tarde en el Cementerio de El Mirador. Esperando la
caravana me retiré del grupo. Consideré bueno el momento y
el lugar para despejar incógnitas. No resultó. Traté de
recordar una frase de Cioran o un consejo del buen Epicteto.
En vano. Dudar allí es imposible. Y sin la duda no hay
consciencia.
--------------------*
Una hora, pues, sin pensamientos. Sin ansiedad, sin razones.
Entonces vino a mí el malestar de la náusea… el concepto
físico de la Resignación.
 


21.

Como el pesimismo, la muerte de nuestros conocidos es
incurable. En ambos casos existimos cada vez menos.
Negación u olvido ninguno da la medida justa. Pese a todos
los esfuerzos siempre nos queda un silencio latiendo en el
cuerpo.
 


22.

X: Lo universal del poema
Y: El escritor que, junto al poema, es consecuencia de la
técnica de sí
 


23.

Acabo de dar por perdido mi primer poemario hasta la fecha
inédito. Se titulaba La procesión de papel. No porque me
avergonzara de mi fallido intento ni de mis límites originales.
Todo lo contrario, él me recordaba un talento perdido y es
éste: el brillo de una ofensa sin lirismo. ¡Mi único don
arruinado… deslucido…Dios sabrá en qué taller literario!
 


24.

Entre más dilatadas y estériles son las discusiones, más las
disfruto. Por lo demás, el tema me tiene sin cuidado.
Encuentro una voluptuosidad inédita en la fe con la que cada
rival construye su orilla. La verdad importa más bien poco.
En las discusiones esenciales sólo las palabras —el rencor y el
asco que las sacuden— cuentan. Lo que importa es sonar,
decir al último. En estas riñas se comprueba el carácter
accesorio de la Idea (esa cosa muda y sorda que apenas sirve
para ver).
 


25.

El problema de la Naturaleza: armó al hombre de Ideas.
El problema de la Idea: afirmar o negar que es un esfuerzo
contranatura.
El problema del Hombre: la idea natural de sí mismo.
 


26.

Carta de una amiga. Se declara en crisis. Su asunto es moral y
en nombre de ella reprueba lo falso y abyecto de dos
desconocidos. Ahora la veo con otros ojos. Entiendo que si
he llegado a detestar a mis semejantes no es por considerarlos
mejores o peores que yo. Lo que abomino es su costumbre de
juzgarlo todo. El Bien, La Verdad, Lo Correcto, La Virtud…
he allí el cuadrilátero de los soberbios ¿De qué vale un amigo
que te juzga? Para esto tengo quizá mi único dogma: a mis
compañeros del alma les apruebo todo. Mi antídoto es darles
la razón aunque no la tengan.
 


27.

E. V. me escribe: «No puedo más soy un obseso de la
coherencia». Entiendo su malestar. Sócrates agotó los
últimos momentos de su vida haciéndose entender. Murió
justificándose mientras degustaba la cicuta. Acto heroico que
nos deja una enseñanza: la coherencia es un veneno.
 


28.

Sobre «Postal para Patricia» (esos versos adolescentes
cometidos bajo el delirio de la venganza contra aquel
pueblito rural y su paisaje humano), siempre tuve serias
dudas estilísticas que casi me llevaron al arrepentimiento
literario.
Ahora —décadas después— es que comprendo su valor: un
poema es una verdad sólo si la rabia que lo motivó es
duradera... así las palabras con que se haya escrito estén en
desuso importa nada más que mantengan su temblor.
 


29.

Cumplí 33 años. Estuve esperando todo el día mi desplome.
Ahora tengo miedo de que nada pase. Después de los treinta
el cansancio es el mismo. Ni siquiera el vértigo se renueva.
Pienso en lo que seré a futuro si todo es monótono como hoy.
De niño rogaba morir antes que mis padres. Erróneamente se
cree que los muchachos no se ocupan de estos asuntos… que
no tienen edad para negros pensamientos. La muerte
siempre está a la misma distancia.
 


30.

En el club de los desencantados uno me dijo: «Después de
comprender a Epicteto me he vuelto un coleccionista de
humillaciones». Volveré a verlo cuando mude de afición.
Cuando la lectura lo convierta en un Marco Aurelio.
 


31.

ABRIL DE 2009
Regalo de cumpleaños: una biografía de S. Kierkegaard.
Esplendor que me ha costado una fortuna ¿De tener su
herencia sería yo capaz de gastarla (como él)… en la angustia
humana?
 


32.

¿Por qué siento tanto rencor por los compositores? No existe
música escéptica. Incluso las notas más fúnebres, alegran.
 


33.

Una palabra que no piense ni respire. Sólo eso preciso ahora.
Una expresión que sea arbitraria como el rencor o la idiotez.
Inconscientemente libre, pero sin el tufo de Bretón. Un
nombre al menos para comenzar a traducir mi hastío.
Impotencia mía de no saber bautizar siquiera mi Ars
hipocondríaco.
 


34.

Esto dijeron de Un millón de pájaros muertos: «Adolece de
estilo»… ¡El mejor cumplido que me han hecho! El crítico
comprueba mi sospecha: lo que quiero decir no tiene forma.
 


35.

Conservo mi peor manuscrito: El invierno que no te hablé.
Rosario de lugares comunes. A lo sumo, un ligero juego de
palabras. Pruebas contra un fingidor. Lo tengo reservado…
no vaya a ser que un día por accidente me llegue la gloria y me
olvide del imbécil que me fundó escritor.
 


36.

Empezaré a escribir de nuevo. Mi punto de partida una
mezcla de La Torre de Timón y Trilce. Mi pregunta eterna
¿Podré esta vez plagiar ese aullido?
 


37.

Vuelvo de una exposición de arte postmoderno. Una tortura
de comienzo a fin. Toda la noche estuve pensando la razón de
mi desprecio por aquello ¿Me había deprimido el estilo? El
arte postmoderno es una falsa alarma. Una cosa sin ahora.
Anuncio de una sustancia que no está en la obra. Narcisismo
de espejo ajeno. Es el arte de no decir nada pero en voz alta.
 


38.

Si digo que la salud ateísa, es sin pensar. Lo hago desde el
cuerpo. Cuando niño enfermé gravemente del estómago. Los
dolores me convirtieron en un monje clínico. Mientras la
enfermedad prosperaba se cristalizaba mi fe. Al curarme volví
a caer en la duda absoluta y Dios se desdibujó con el buen
semblante. Un agnóstico a base de fármacos. Si digo que un
enfermo es un Mesías en potencia, que ninguno que goce de
buena salud puede creer en Dios, lo hago porque tengo
autoridad moral: soy un converso múltiple.
 


39.

¿Qué sería de los vanidosos sin ese humillado que todos
llevamos dentro?
(Esto pudiera formularse al revés, también).
 


40.

Una culpa mayor se come a otra y así. Los teólogos llaman
Perdón a este ciclo de la naturaleza. Los literatos en cambio
prefieren la palabra Olvido. Otros, más engreíos, le dicen
Historia. Pocos aceptan lo simple…que sólo una culpa nos
libra de la culpa.
 


41.

Lo que me atrae a los escépticos es mi codicia y no mi genio.
Dudar es quererlo todo.
 


42.

La poesía no está hecha de palabras sino de acontecimientos
que sólo se realizan horadando palabras.
 


43.

Finalicé Postal de sequía. Estoy orgulloso. Me siento un
Dios… ¡Un Sub-Vallejo!
 


44.

Al nacer nos dicen «eres único». La naturaleza ha hecho bien
su trabajo al aislarnos. «Piezas solitarias» es lo que quieren
decirnos. Único: genéticamente incapacitados para salir de
sí. Extraños en el mundo, ajenos a todo. Nacemos y
envejecemos con esta consciencia biológica de ser
irrepetibles. Al tratar de violentar la ley, algo grita en nosotros
y nos impide violar la cárcel del cromosoma. La sangre se
congela y el organismo ataca la insubordinación. Reprime al
incopiable. Amar algo que no seas tú se manifiesta como una
enfermedad. Y la vida humilla todo impulso en su contra.
Nos cura. Cuando logramos trampear su fortaleza, castiga el
artificio con un nuevo ser único. Es su ciclo. Seis billones de
únicos en la tierra.
Lo absurdo es que semejante anatema resulte un don para
muchos.
 


45.

12 de Octubre de 1942: aprendimos a robar lo que nos
pertenece.
 


46.

El Paraíso: melancolía viral de la Europa. Nostalgia incurable.
Prueba del odio de Dios. En América sirvió de promesa, fue
de hecho su letra de cambio. Y pensar que llevan más de 500
años tratando de convencernos a los que quedamos vivos.
Sólo la arrogancia de Europa puede ofertar su herencia
perdida en forma de promesa.
 


47.

Soy un aspirante del aullido. Es en ese idioma donde se
podría escribir el vértigo. De allí que haya pasado mis últimas
semanas yendo de Paul Celan a Ramos Sucre. De sus gritos a
la página blanca y finalmente a la cama, mudo.
Asunto de sincronía: a los insomnes sólo se les puede copiar
de madrugada.
--------------------*
Suicidas, ambos, escaparon también a la literatura. No se
encuentra en sus libros la secreta enfermedad de sus palabras.
Lo que dijeron está escrito en el vértigo, y el vértigo no puede
ser robado.
 


48.

Comienzo por escribir sin mi Persona, digo bien: sin máscara
adicional al grito. Añoro el día en que sea capaz de una obra
sin lirismo. De momento asisto al disfraz y no a la fiesta. Es
un mientras tanto… un poema debe ser un atentado
personal.
 


49.

Los curas de Colombia despiden a los muertos así: «Eres
polvo». Pero no dicen «mas polvo asesinado».
 


50.

Para algunos la ofensa es un acto ruin, para mí no pasa de ser
un estado literario. Sin indignación no se puede escribir bien.
Ésta podría ser la tesis de todos mis cuadernos.
 


51.
 

Las Formas del Fuego… doctrina de todo mi desengaño. Me
ganan los escritores decepcionados. Hay un dejo de tos en sus
letras. Arrebato desapasionado. Palabra que vela fría y que es
puñal en el sueño del hombre. Alcanzar el misticismo laico de
la «ofendida belleza»… Ramos Sucre en esto también es
insuperable.
 


52.
 

 No codiciar la extensión sino la intensidad. Arder como una
vela en la larga y lenta noche… nada tan necio y doloroso.
Relampaguear, apenas eso. De improvisto y en silencio.
 


53.

Me hacen notar que hay ciertos días en que soy inubicable.
Los domingos, por ejemplo, evito a la gente al máximo… Me
invierto en escribir con alevosía y ventaja. Hasta en eso soy
pragmático: aprovecho el ocio de Dios.
 


54.

POSTAL A UN VIEJO POETA: Desconócete a ti mismo.
 


55.

Ser extraño al mundo por un instante, libre del tiempo pero
en su propia materia. Sopesar el error divino en un mareo y
vomitar hasta el alba.
—Hay noches en que padecemos de inmortalidad.
 


56.

Bestiario: Tener la lucidez de un Schopenhauer y el buen
genio de su perro. ¡Escribir un libro de ladridos a dos voces!
 


57.

Nada más pesado que un defensor de la sinceridad. Los
predicadores de la transparencia suelen ser oscuros en su
obstinación. Usar máscara no es lo que cuenta, al fin que la
naturaleza no es más que una fiesta de disfraces: todo lleva
antifaz. Cuántos asumen, sin embargo, lo que esto
representa. Tener o no tener máscara es un falso dilema ¡Ser la
máscara! He allí el único acto de sinceridad posible.
 


58.

Toda la tarde con Maquiavelo. Pensar como el enemigo,
destronarse y experimentar un placer inédito.
 


59.

Algo se eleva al reconocer nuestras bajezas ¿Orgullo?
¿Cinismo? Al descender poco a poco a ras de la mugre se
lavan las manos los espíritus abyectos. ¿Qué podemos decir
del simulacro? El catolicismo es una incitación al delito.
 


60.

«Sueles herir a la gente sin proponértelo», me dicen.
Debe ser terrible vivir así: desencantado de alguien más que
de sí mismo… ¿Cómo hace la gente para no agotarse en su
propia estafa? ¿Para sobrevivir a esa fractura del yo?
 


61.

La incertidumbre nos dicta. Nuestro oficio es aguardar,
vigilar, custodiar la página blanca, bien lo sabemos. El
agradecimiento es nuestro lugar. Si en ocasiones viramos
hacia el paisaje es para probar la sal de otras palabras. Nuestro
oficio es lo incierto... sostener ese temblor.
 


62.

Una noche en vela: vivir horas extras… tentado por todos los
destinos.
 


63.

Sentirse el centro de la vida es una pesadilla de la que no
debían despojarnos ¿Dónde existir fuera de ella? Cuando la
periferia es un privilegio exclusivo de la niebla, ¿dónde
habitar despiertos?
 


64.

Dios escribe recto en líneas torcidas (!) Éste es el verso que yo
hubiera querido inventar. Mi obra maestra robada por los
antiguos. De haber nacido antes tampoco serviría… yo
escribo a gritos en letra muerta.
 


65.

Acabo de leer el peor libro de poemas escrito en mi país. No
me perdono haberlo comprado. El amor Tóxico, de L. P., es
indigno aún del epíteto cursi puesto que toda miseria en este
libro es involuntaria (ser cursi es una decisión valiente). Su
autor es un famoso guionista de telenovelas. Al pensar en esto
he pasado de la rabia a la conmiseración. La poesía es
especialmente cruel con los mercaderes.
--------------------*
No sé qué hacer con ese libro. Si lo dejo en el Bus como hago
a veces, no me perdonaría que algún desgraciado lo tome
como señal y se intoxique. Echarlo al fuego sería banalizar la
inquisición (los más grandes libros corrieron esa suerte). Me
dan la idea de que lo subaste en una fiesta de caridad del
Rotary Club. Al fin que una estafa lava la otra.
 


66.

La nostalgia por El Paraíso expulsó a España de Europa mar
afuera. Naufragio por destierro… nada más digno de su
maldición. Y pensar que por culpa de esa nostalgia y del
angosto océano esta manga de Caínes vino a parar al
Orinoco. ¿Podría culpar a la nostalgia de ese fatídico día que
aún no termina?
 


67.

J.A. me invita a grabar mis poemas. Nos dedicamos a ello
toda la semana. Al tiempo me corrige: «Lees en muy bajo
tono, como sin ganas».
Conclusión: lo que escribo me abisma de la voz. La palabra
oral requiere una fuerza, una presencia metafísica que la
escritura dispensa.
Sin lugar a dudas, los pueblos que hablan son quienes en
verdad hacen la historia.
 


68.

Y: Usted se dice ateo, sin embargo escribe demasiado. Nadie
puede escribir sin fe ¿No es esa una conducta religiosa?
X: Se puede si no se ha perdido la furia.
 


69.

Me describen la nieve y nada más verla caer desde sus
palabras, colmándolo todo, vaciándolo todo, espeluzna. Mi
interlocutora contempla desde su ventana el demonio aquél
con beneplácito. No soportaría un invierno entero así. Mi
ánimo es consustancial al clima. Es más aún: el clima es la
medida de mi ser. De hecho, cuando me recomiendan un
autor, una música, una película… indago en la temperatura
de la obra. Este desastre que me describen (la nieve) me hace
pensar en Hegel.
 


70.

A la menor llovizna mi tristeza se enciende y brilla lejos como
la lámpara del Cínico.
 


71.

Siguen atribuyéndole a Maquiavelo una obra que no es suya.
A saber: el mal en el hombre de poder. La pragmática del
poder no es una invención del autor florentino, ni un ideal de
Príncipe… Al contrario, constituye una trascripción directa
de la civilización… una suerte de retrato hablado del alma
Occidental.
 


72.

Acabo de terminar un encargo para la revista L. E. M. y es tan
sobrio el resultado que me he deprimido. Trato de buscar un
culpable adicional. El ensayo, sin Montaigne, conduce al
pensamiento. Si insisto con la poesía es porque el sonido lo es
todo.
 


73.

Todo poema es en el fondo una réplica. Pero no toda réplica
es un himno. La venganza prefiere el verso.
 


74.

Escribir poesía es poner la otra mejilla. Qué tristeza cuando
demoran en llegar las bofetadas. Entonces escribir es no tener
rostro de ofensa. Un poema que no exaspere es un fracaso
personal.
 


75.

«Un defecto físico le impide llorar». Eso me dice el
oftalmólogo (me recomienda unas gotas para corregir la
anomalía). En lugar de lagrimear mis ojos se enrojecen.
Como si toda la sangre se acumulara en lo que veo; como si el
paisaje me golpeara de más. No llorar me hace indefenso en
un mundo de chantajistas. Ahora tengo argumentos para dar
lástima: soy un exiliado de la lágrima.
No obstante esto me da una fama de indolente que me
resguarda.
 


76.

«No voy a la Universidad porque entonces no me quedaría
tiempo para aprender». Si Estanislao Zuleta lo dijo tan bien,
para qué decirlo de otro modo.
 


77.

Escribir con el ánimo de acelerar el acontecimiento. Alivio de
no pensar en nadie… costumbre de hacer círculos en torno a
mí sólo, a mí sólo. Escribir con el propósito de eso: borrar el
destino. Lo que importa es que sean piedras y no palabras lo
que salga de las manos. Escribir como amontonando ruido
en un diario sin biografía.
 


78.

Leo de seguido a Spinoza, Schopenhauer, Cioran, Ramos
Sucre; desde que alguien me confió que la lectura era buen
remedio para la indiferencia y que el escepticismo depuraba
el orgullo. (No he registrado el mínimo avance)
 


79.

Me suponían «vanidoso, egocéntrico y narcisista». Ahora que
me conocen piensan «lo contrario». Este es el primer tema de
conversación que suelo tener con las gentes. Lo curioso es
que en cada ocasión yo no hago otra cosa que hablar de mí
mismo. No hago más que exagerar. La gente no sabe qué
hacer frente a su semejante: alabar o reprobar son dos actos
reflejos. De lejos me adivinaban déspota. De cerca excusan
mi megalomanía. Parece que no existe nada personal en los
chismosos. Me estoy decepcionando incluso de la infamia.
----------------------------------------------- *
En todo caso qué hacer… cómo sobrevivir. Hay dos
alternativas: sentirse el centro del mundo o su gran final.
Soñar regicidios o preparar tu inmolación. La vida siempre
nos pide un espectáculo digno.
 


80.

POSTAL DE CUMPLEAÑOS. 15 DE ABRIL DEL 76
Yo nací un día que Vallejo estaba enfermo. ¡Y qué! Eso no me
hizo erudito a la tristeza ni inmortalmente desgraciado. Sólo
digo que nací de muerte con un palo en la mano y bien
peinado en la lluvia. Y que del difunto en especial, nada
heredé. ¿Ni siquiera las torcidas palabras o el recto talento de
doblarlas? ¡Ni siquiera eso! Y mucho menos la gramática de
esa tos peruana ni el ritmar la lágrima en el hueso ajeno. Una
mañana de esas sin diciembres sin eneros. Escoger ese día
entre otros tantos: he allí mi único mérito. Pido respeto en mi
intento a Vallejo. Y bien lo saben quienes me han verificado
la espina. Y que soy por tanto malo y metafísico aunque vivo
de continuo sin talento. Qué más da si nací un día que Vallejo
estuvo enfermo, grave. ¿Con qué argumento ser yo mismo, si
de muerte es que he nacido para su habla triste?
 


81.

Es preciso aprender a ser lentos. Ése es el secreto de todo Dios
 


82.

Sobre el Mito de la Caverna se ha dicho demasiado. Yo
redundo al afirmar que mejor no hubiéramos dejado entrar
al que salió primero. Con todo, llegará el momento en que el
fracaso nos convencerá del sin sentido (toda luz es ciega) Ese
día depondremos la búsqueda y comenzaremos a imitarnos a
nosotros mismos. Como fue de antiguo.
 


83.

Sufrí un ataque de celos. Invocan mi cultura del amor, me
exigen ser razonable. Pero en verdad, la razón no puede
cambiar en nada el modo de ser de una persona. Yo obro
instintivamente; no por lo que sé sino por lo que soy.
 


84.

Dedicado a cosas menores, desde la contemplación de sus
límites hasta mirar las nubes, el hombre llegaría a sentir una
gran admiración de sus propios miedos, de sus miserias.
Siendo el animal que es, sacará también de esto un orgullo.
El instinto por la consagración. He allí nuestro anatema.
 


85.

No tener enemigos dignos que inspiren nuestras obras…
Edificar afrentas sobre el vacío concepto. He ahí la ruina de
todo artista.
 


86.

«Un alma que no tenga huella de otros espíritus, pero ágil
para moldearse a sí misma» dice Fernando González... Esto
es lo que urge predicar. Y no la vergüenza, como hacen la
Escuela y la Iglesia.
 


87.

— Todo nos remite al pecado original.
— O a los mitos de la Creación — me protesta una poeta
Maya.
 


88.

Más que El concepto de la Angustia, lo que le debemos a
Kierkegaard es la angustia de todo concepto. Su teoría
unificó los vértigos, en otras palabras: resemantizó el abismo
humano.
 


89.

No tener enemigos dignos que inspiren nuestras obras…
Edificar afrentas sobre el vacío concepto. He ahí la ruina de
todo artista.
 


90.

Círculos, dije, en torno a mí que son intraducibles y ágrafos.
El verbo será mirar. A lo sumo encarnar lo inactivo y que la
redacción la haga el paisaje concéntrico. Ser en el tremor de la
metáfora… como la sal ausente del concepto. Círculos en
torno a mí sólo. Por si fracasa la escritura.
 


91.

Sabemos también que algo nos acecha. Rugidos desde
ningún lugar. Cuidaríamos de nosotros de no ser por este
desánimo que interroga «¿para qué?… ¿con qué fin?».
Sabemos que hay un peligro latente en nosotros, un temblor
que conspira y que ya no podemos confiar en nuestra voz.
Pero saberlo ¿de qué me vale?
 


92.

«No hay Libertad de expresión» es una expresión de la clase
opresora. No es común. Suena nada más cuando los ricos
oyen que el susurro de los pobres es más fuerte que su voz de
mando.



 

93.

El pecado nos exige una comprensión superior. No con la
razón sino con el instinto se accede a sus códigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Cuaderno XXXI

                              Apuntes sobre el Haiku     *** Cuando no tengas nada que decir, escribe un haiku.    ***   ¿De qué hablamos en...