martes, 26 de marzo de 2019

Cuaderno XXIX

1148

Descubrí que la gravedad eran mis propios pasos perdidos. Y que el mundo era un camino sin bordes.


1149

Buscar identidad en la belleza: esa forma de negarnos.

1150

No se descansa en lo quieto: la quietud exige del cuerpo y del espíritu una concentración suprema, un movimiento hacia uno mismo desde todas las direcciones.  Uno contempla un monte, por ejemplo, para orientar el rumbo, para tomar impulso y partir.

1151

Nietzsche sólo valora los pensamientos que se caminan. Caminar es mi manera de confesarme. Lo mismo el mundo: se mueve en su totalidad y al mismo tiempo para decirnos de su verdad.

1152

Criar a un hijo es cultivar una fuerza con el rigor de la jovialidad.


1153

¿Podremos soportar en el futuro los innumerables conflictos que, con generosidad, nos regala la poesía?

1154

X se ufana de ser un hombre que duda. Quizá por eso necesita, para sustentarse dubitativo, atacar al hombre con certezas. Bien, me da gusto ese debate porque me permite aclarar para mí, y para el sospechado lector, algunas cosas sobre el particular. En primer lugar quise diferenciar aquella duda derivada de una incapacidad absoluta de afirmar de otra que proviene de una tensión radical con la afirmación. La primera está en el orden del no pensamiento, signo de la modernidad neoliberal. Por lo tanto tiene que ver más con una falta de coraje ante sí y ante el mundo de lo probable. ¿Por qué estoy es así? Simple dialéctica: no se puede dudar si antes no se ha tenido una creencia o cuando menos una sospecha de lo cierto. Es esta sospecha lo que hace necesario que la duda sea activa y se traduzca en una teoría de interrogaciones. Toda duda es una experiencia crítica antecedida por una experiencia religiosa o militante. 

Es imposible dividir al hombre entre el que duda y el que cree. El sujeto en tanto que sujeto es producto de afirmaciones sesgadas y dudas insostenibles. Se puede decir que es esta tensión lo que lo vuelve real. Esto nos lleva al único gesto que vale: la duda constitutiva de la idea y la idea que alumbra para descubrir nuevos límites. 

La duda primera, la falsa duda, es impotencia del espíritu, es miseria de la razón. Toda afirmación sesgada renueva la duda que al ser insostenible produce verdades cuyos procedimientos ponen en duda otros.

1155

La poesía y la lucha política. Detesto a los que reniegan de esta relación natural del mismo modo que desprecio a los que interpretan este vínculo con una ligereza vulgar. Los primeros hacen panfletos frígidos, los segundos  propaganda. Siempre he querido hacer una poesía comprometida y juraría haberlo hecho sólo cuando me alejé trampas ideológicas. Si me ha fallado algo es la instantaneidad no la militancia. Tal vez cuando esté mucho más viejo saldrán esos poemas combativos y nunca sería demasiado porque, está visto, la injusticia es inagotable. Siempre habrán canallas, siempre tendremos motivos para pelear y escribir poesía. 

1156

No escribes un poema turbio: oyes ese desasosiego y lo dejas sonar hasta que aclara, es decir hasta que se vuelve pura lentitud. 

1157

La palabra escrita es la quietud de los afectos. Una quietud que anima al cuerpo.

1158

Las ideas no nos ofrecen certezas sino sospechas. De allí que el ser de las ideas es un ser contingente. 



1159

El mundo no cabe en un pensamiento: sólo una mente dispersa es capaz de traducirlo. 



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